....de esta manera Cantinflas logra que su círculo lingüístico se inserte en la vida moderna del país.[1] El personaje, entonces, logró poner al servicio de la risa, la presión de la vida industrializada y jerarquizada. La insufrible vida del capitalismo en el México posrevolucionario se ve reflejada en este personaje extraído de los barrios bajos, que de las carpas humildes del teatro popular llegó a las pantallas del cine.
¿Cuáles son, entonces, las características del ethos barroco, que encontramos en el personaje de Cantinflas? ¿Cómo es que Cantinflas concilia un mundo contradictorio en su manera o modo de vivir? Habría que ahondar en el ethos barroco, Bolívar Echeverría precisa que:
La idea que Bataille tenía del erotismo, cuando decía que es “la aprobación de la vida (el caos) aun dentro de la muerte (el cosmos)”, puede ser trasladada […] a la definición del ethos barroco. Es barroca la manera de ser moderno que permite vivir la destrucción de lo cualitativo, producida por el productivismo capitalista, al convertirla en el acceso a la creación de otra dimensión, retadoramente imaginaria, de lo cualitativo. El ethos barroco no borra, como lo hace el realista, la contradicción propia del mundo de la vida en la modernidad capitalista, y tampoco la niega, como lo hace el romántico; la reconoce como inevitable, a la manera del clásico, pero a diferencia de éste, se resiste a aceptarla, pretende convertir en “bueno” el “lado malo” por el que, según Hegel, a avanza la historia. [2]
Cantinflas nos muestra en sus películas, a un personaje que puede ser trasladado a un ethos barroco. Es barroca la manera en que Cantinflas percibe el mundo que le rodea. Es un sometimiento, o mejor dicho, una adaptación, del feroz pelado de arrabal, a la vida moderna. El pelado es ese personaje resentido, anti-progreso, desengañado de los ideales revolucionarios, de pesimismo satírico y hermético.[3] El pelado se resiste a “venderse” a la nueva vida, pues el mundo avanza y él mismo se obliga a quedarse. Si el pelado no tiene redención, apartado debido a “su actitud” del proyecto de nación, el ethos barroco en Cantinflas, le da la posibilidad de unirse a este proyecto sin “borrar o evadir la contradicción” inherente de ese proyecto. De ahí que el pelado se transforme en el “peladito” cantinflesco, en ese sonriente y pícaro personaje. Se barroquiza entonces la manera de vivir, el pelado se somete al status quo pero a su manera. En consecuencia, el peladito cantinflesco es un ser contradictorio, y lo es en la medida en que se contradice a sí mismo para conciliar la contradicción del mundo exterior que le permitirá vivir.[4] Cantinflas, por tanto, habrá de vivir la presión del capital y de la industria desde la pobreza, pero no por ello lo hará como un miserable. El personaje va más allá de sí mismo e incluye en su aspecto esa “idea” de modernidad que le hace parecer excéntrico. Cantinflas se ha de vestir como el hombre conquistador, es decir, el vencedor, aquel que ha traído la modernidad: pantalón de vestir, viejo, quizá heredado, y por lo mismo remendado, de “cintura caída” y ajustado con un cinturón, que en realidad es un mecate. Camiseta blanca, descolorida, que intenta igualmente parecer lo más formal posible, de mangas largas, de corte apretado y hecha de “popelina”. Más arriba encontraremos el paliacate, el cual, junto con el mecate, rompe toda esta idea “moderna” que se ha hecho el personaje en su vestimenta, aquí el primer indicio de la resistencia, la contradicción que le hace ser y no ser al mismo tiempo, y en cuyo resultado, es. El personaje no se niega a la vida moderna, pero se resiste a ella, se siente obligado a conservar algo de lo que cree es su prístina identidad. Además, Cantinflas utiliza el sombrero, un hibrido entre el sombrero convencional de campesino, y el “chapeu” francés, mezcla conflictiva pero efectiva, pues le confiere al personaje un ligero aire de elegancia sin transgredir de manera visual el estrato social al que pertenece. Su aspecto quedaría incompleto sin el hilacho que le recorre apoyado del hombro y que él insiste en llamar “gabardina”. Y por último, el bigote cantinflesco, símbolo indiscutible que delata su origen indígena. La configuración visual de Cantinflas, por tanto, expresa un ethos barroco en tanto que, al integrarse al México del progreso, se resiste a él. El personaje se hace de su propia persona conciliando el nuevo principio de realidad con el modo que hasta entonces le permitiera disfrutar la vida cotidiana, de ahí surge el ethos barroco en el personaje. Las apariencias del nuevo mundo quedan, entonces, interiorizadas en su figura. ¿Qué ocurre con el ethos barroco del personaje en el plano del discurso hablado? Cantinflas es, más que un personaje, un fenómeno lingüístico. Si bien, el ethos barroco se transfigura en su apariencia, es en el habla en donde encuentra una correspondencia todavía más afín. El poder del discurso en la vida moderna conlleva también una doctrina del uso del lenguaje, que en el cine mexicano se traduce en modelos. Carlos Monsiváis ha hecho énfasis en el papel que desempeñó el cine en el México de aquellos años:
Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos, aseguró en algún momento Mario Moreno, Cantinflas. La frase, todavía vigente, como era de esperarse, nos lleva a los años treinta, al circuito lingüístico en donde una comunidad pobre, aún dominada por el analfabetismo, vislumbra la modernidad, o como se le llame a la gana de hacer lo que padres y abuelos no soñaron, entre tradiciones que, al no conservarse íntegramente, tienden a desaparecer. Entonces, el papel de traductor privilegiado de lo contemporáneo le toca al cine mexicano y norteamericano, que resulta el gran traductor de estilos de vida que se imitan o se envidian o se detestan; […] y, de manera muy fundamental, de modelos verbales. Y dijo el cine <<Así meritito se habla>> y así <<merito>> habló la población.[5]
Cantinflas viene a romper con este paradigma del cine como generador de “modelos verbales”. El ethos barroco con que Cantinflas se inserta en el círculo lingüístico dominante, en mitad de la creciente industrialización y el amedrentamiento lingüístico del vulgo, le obliga a realizar una labor de deconstrucción del modelo cartesiano del discurso lógico, subvirtiéndolo a su favor.[6] Se trata de una apropiación y una subversión del código del stablishment del habla, que incluye la elocuencia, el brillo en la frase, la cortesía y hasta la poetización. De esta manera, Cantinflas, quien en un principio ignora las retahílas doctas y bien intencionadas de los personajes cultos con quienes se encuentra, configura su cantinfleo para hacer de ese interlocutor el ignorante, el neófito y hasta el maleducado. La lógica del discurso, se vuelve entonces una lógica del caos lingüístico. El personaje revitaliza el paraje del retoricismo establecido y lo tuerce de tal manera que su expresión se vuelve tan cotidianamente oscura que el interlocutor termina confundido en la conversación. Cantinflas a su vez, concilia varios niveles de la competencia verbal, y los funde en su cantinfleo. En primera instancia, el nivel popular con el que nace, y el que apropia por imitación y “estudio” de las clases altas. Con sus respectivos matices, de la fusión resulta todo un universo de expresiones yuxtapuestas que contribuyen al barroquismo que le caracteriza. Ésta fusión, que arranca desde lo popular y alcanza los niveles altos de la competencia verbal al incorporar en su discurso términos complejos, que van desde la ciencia, el derecho y la filosofía, aunada a la disposición sintáctica que los transmite, crean un lenguaje destinado para obnubilar al interlocutor, que queda preso en la red extraña que supone la apariencia del discurso. Y el discurso cantinflesco es apariencia, es decir para no decir, es hablar para ocultar. Cantinflear es el arma con que el personaje se desenvuelve en éste mundo que se ha tornado contradictorio, un mundo que no entiende y que lo somete a una vida que no le satisface, cantinflear es también su refugio, esa coraza que le defiende. Para subsistir, el personaje se valdrá de esa misma contradicción, la cual le hará salir airoso de todas las situaciones de la nueva “vida cotidiana”. Mientras Cantinflas realiza su caracterización visual para el México moderno, y mientras se apodera de un lenguaje propio, “practico”, infalible, que nadie entiende pero que todos aceptan, el personaje acepta la contradicción del mundo capitalista (pues en él se desenvuelve, y hasta se convierte en vehículo de capital) al tiempo en que se resiste a ella. Contradicción que se mira no ya en la excentricidad de su apariencia o en el palabreo barroco de su discurso, sino en esa identificación que logró a través de las pantallas con el público mexicano. Su crítica, siempre velada, ante las jerarquías del poder, nunca alcanzó una subversión total, pues siempre quedó oculta en el cantinfleo, y es el cantinfleo ese ethos barroco que acepta el mundo moderno como inevitable pero que al mismo tiempo lo rechaza, de ahí la irreverencia inmediatamente servil del personaje. Esa rebelión siempre sosegada que demuestra en las tramas, luego de la “ofensa” al policía, al jefe, al patrón, llega siempre una disculpa igualmente barroca. Finalmente quedaba la risa, que reinventada por Cantinflas en eso que llamamos carcajada, convertía el panorama mexicano en un sitio sumamente placentero.
[1] Carlos Monsiváis analiza la figura de Cantinflas y llega a la conclusión que desde “este panorama” Mario Moreno Reyes, a través de su personaje Cantinflas es –casi literalmente- “la irrupción de la plebe en el idioma” El habla y el cine de México, “Ahí está el detalle” ensayo citado en la World Wide Web: www.voltairenet.org/article120422.html párrafo 8. Por tanto, el personaje logró volcar el lenguaje popular en el español, que hasta entonces estaba dominado por las clases altas y los académicos, quienes tenían la autoridad de establecer <<la manera correcta utilizarlo>>.
[2] p.40.
[3] Carlos Monsiváis ha analizado la figura del pelado y precisa que es aquel “despojado de todo, el ser apresado en la falta de vestimenta del cargador” asimismo, precisa Monsiváis, es el “marginado de la distribución del ingreso y por tanto recibe el nombre genérico que lo sustrae de cualquier realidad y lo sepulta en la abstracción”. La cultura mexicana a través de la mirada de Monsiváis… Ensayo citado en la World Wide Web: www.ciberjob.org/etnohistoria/naco.htm#_ftnref26 párrafo 18.
[4] Ibídem. El autor culmina su disertación en relación a este aspecto: “pocas veces, en tiempo tan breve, salto tan drástico: el peladito feroz amanece peladito inofensivo”. Párrafo 20.
[5] El habla y el cine de México, “Ahí está el detalle” Ensayo citado en la World Wide Web: http://www.voltairenet.org/article120422.html párrafo 5.
[6] Para la autora Iris Atma cantinflear es “una destrucción creativa de los valores inculcados por las mentes europeas” y al hacerlo mediante el lenguaje mismo el personaje se convierte en un “deconstructivista” además la autora precisa que cantinflear es también un “desprecio de la lógica cartesiana del discurso racional europeo” que se realiza mediante los “circunloquios” del personaje, es decir, mediante las “verdades zigzagueadas”. Cantinflas, inconsciente deconstructivista y subversivo bajo control ensayo citado en la World Wide Web: http://esp.mexico.org/lapalabra/una/14602/cantinflas-inconsciente-deconstructivista-y-suversivo-bajo-control párrafo 2